Así, a las doce del mediodía, se enfrentaron 4.079 realistas contra 6.500 patriotas en una batalla resuelta en una hora y donde prácticamente fue la división de Páez la única que participó. Plaza y Cedeño murieron por impetuosidad, cuando ya la batalla estaba decidida. Los últimos realistas huyeron a Puerto Cabello.
Al Excelentísimo señor Vicepresidente de Colombia.
Ayer se ha confirmado con una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia.
Reunidas las divisiones del Ejército Libertador en los campos de Tinaquillo el 23, marchamos ayer por la mañana sobre el Cuartel General enemigo situado en Carabobo, en el orden siguiente: La primera división, compuesta del bravo batallón Británico, del Bravo de Apure y 1.500 caballos a las órdenes del señor general Páez. La segunda, compuesta de la segunda brigada de La Guardia con los batallones Tiradores, Boyacá y Vargas, y el Escuadrón Sagrado que manda el impertérrito coronel Aramendi a las órdenes del señor general Cedeño. La tercera, compuesta de la primera brigada de La Guardia con los batallones Rifles, Granaderos, Vencedor de Boyacá, Anzoátegui y el regimiento de caballería del intrépido coronel Rondón, a las órdenes del señor coronel Plaza.
Nuestra marcha por los montes y desfiladeros que nos separaban del campo enemigo fue rápida y ordenada. A las 11 de la mañana desfilamos por nuestra izquierda al frente del ejército enemigo bajo sus fuegos; atravesamos un riachuelo, que sólo daba frente para un hombre, a presencia de un ejército que bien colocado en una altura inaccesible y plana, nos dominaba y nos cruzaba con todos sus fuegos.
EL bizarro general Páez a la cabeza de los dos batallones de su división y del regimiento de caballería del valiente coronel Muñoz, marchó con tal intrepidez sobre la derecha del enemigo que en media hora todo él fue envuelto y cortado. Nada hará jamás bastante honor al valor de estas tropas. El batallón Británico mandado por el benemérito coronel Farriar pudo aún distinguirse entre tantos valientes y tuvo una gran pérdida de oficiales.
La conducta del general Páez en la última y en la más gloriosa victoria de Colombia lo ha hecho acreedor al último rango en la milicia, y yo, en nombre del Congreso, le he ofrecido en el campo de batalla el empleo de General en Jefe de ejército.
De la segunda división no entró en acción más que una parte del batallón de Tiradores de La Guardia que manda el benemérito comandante Heras. Pero su general, desesperado de no poder entrar en la batalla con toda su división por los obstáculos del terreno, dio solo contra una masa de infantería y murió en medio de ella del modo heroico que merecía terminar la noble carrera del bravo de los bravos de Colombia. La República ha perdido en el general Cedeño un grande apoyo en paz o en guerra; ninguno más valiente que él, ninguno más obediente al Gobierno. Yo recomiendo las cenizas de este General al Congreso Soberano para que se le tributen los honores de un triunfo solemne. Igual dolor sufre la República con la muerte del intrepidísimo coronel Plaza que, lleno de un entusiasmo sin ejemplo, se precipitó sobre un batallón enemigo a rendirlo. El coronel Plaza es acreedor a las lágrimas de Colombia y a que el Congreso le conceda los honores de un heroísmo eminente.
Disperso el ejército enemigo, el ardor de nuestros jefes y oficiales en perseguirlo fue tal que tuvimos una gran pérdida en esta alta clase del ejército. El boletín dará el nombre de estos ilustres.
El ejército español pasaba de seis mil hombres, compuesto de todo lo mejor de las expediciones pacificadoras. Este ejército ha dejado de serlo. Cuatrocientos hombres habrán entrado hoy a Puerto Cabello.
El Ejército Libertador tenía igual fuerza que el enemigo, pero no más que una quinta parte de él ha decidido la batalla. Nuestra pérdida no es sino dolorosa: apenas 200 muertos y heridos.
El coronel Rangel, que hizo como siempre prodigios, ha marchado hoy a establecer la línea contra Puerto Cabello.
Acepte el Congreso Soberano en nombre de los bravos que tengo la honra de mandar, el homenaje de un ejército rendido, el más grande y más hermoso que ha hecho armas en Colombia en un campo de batalla.
Tengo el honor de ser con la más alta consideración, de V. E. atento, humilde servidor.
Valencia, 25 de junio de 1821.
Anécdotas ocurridas en ese Glorioso Día
El general Páez estuvo a punto de no sobrevivir en esa batalla. Fue acometido por un ataque de epilepsia que sufría dejándolo sin conocimiento en medio de un tropel de enemigos y lo salva un llanero realista, el comandante Antonio Martínez de la caballería de Morales. Tomó Martínez las riendas del caballo de Páez y lo montó, en el anca de éste colocó a un teniente de los patriotas llamado Alejandro Salazar alias Guadalupe para sostenerlo en la silla y es devuelto a las filas patriotas en vez de hacerlo prisionero.
Las filas patriotas habían sido divididas en tres, con los generales Páez, Cedeño y el coronel Plaza como jefes de cada una de las divisiones. Cedeño y Plaza estaban callados, sus compañeros se sorprendieron y le preguntaron al general Cedeño por qué estaba tan silencioso y éste le respondió sin dejar la expresión de seriedad: "Estaba pensando que Plaza debe ser un muerto muy buen mozo. ¿No ve Ud., como está siempre tan arregladito como si fuera a una fiesta?
El coronel Plaza serio también le responde "Que casualidad... yo también estaba pensando en que Ud., podría cometer una de las locuras que acostumbra y que a lo mejor lo matarían en esta batalla".
Los dos oficiales patriotas morirían en la batalla. Plaza es muerto al perseguir al Batallón Valencey y Cedeño al no poder entrar en la batalla con toda su división por los obstáculos del terreno, dio sólo contra una masa de infantería y murió en medio de ella.
Al ver los soldados patriotas que la batalla estaba ganada y los que no tuvieron tiempo de participar se lanzaron en la sabana a pelear; de una forma desordenada para no quedarse atrás de los que habían combatido.
Bolívar al ver esta acción bajó a la sabana y trató de ponerle orden ya que nuestros soldados entraban a las tiendas realistas saqueando y bebiendo el vino que habían dejado abandonado; El Libertador galopaba dando órdenes pero aquello era una locura. Desesperado despachó varias comisiones a los puntos más alborotados para disciplinarlos. Salieron el general Mariño y un grupo de oficiales por un lado, el coronel Briceño Méndez por otro, el coronel Bartolomé Salón y el capitán O'Leary. Logrando poner el orden.
Bolívar ordena a Páez de reunirse con él en su cuartel general en Guanare. El llanero parte el 10 de mayo de 1821 con mil soldados de infantería y mil quinientos de caballería, con dos mil caballos y cuatro mil reses.
Labor difícil ya que los animales no pueden llevarse rápidamente pues se puede provocar una estampida. Los llaneros cabalgaban día y noche, bajo el sol que quema, la lluvia, el viento sin perder de vista a la manada. Deben de estar vigilantes para que no se produzca una estampida, siendo el ganado fácil de alarmar. Hablar en voz baja, no prender fuego ya que su llama alarmaría al rebaño y no poner a sus caballos al galope.
Aunque Páez era diestro llanero, acostumbrado a luchar con el ganado y los caballos salvajes no deja esta travesía de ser una hazaña más del centauro patriota.
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